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Con alegría posaron para mostrar su pobreza al mundo.
Estos menores no tienen acceso a la educación.
Estas pequeñas viviendas albergan a muchas familias.

Llegar a La Loma del Potrero, no es labor fácil. Cuando logras sortear decenas de problemas y arribas, el alma se te arruga, el corazón se conmueve, y la tristeza te comienza a embargar. Encontrar a niños famélicos, algunos parecen gorditos, pero cuando los cargas, su peso no compensa con la realidad. Algunos tienen el pelo amarillo o ‘mono’, pero no se trata de un tono genético, sino producto de una fuerte desnutrición.

Para llegar, se hace necesario hacer una parada en Galán, la tierra de Francisco El Hombre. Desde ese lugar te orientan para que ingreses por una estrecha vía que conduce a la finca La Lola. ¡Difícil, pero muy difícil acceso! Lo peor es que, unos kilómetros adelante, te debes bajar del carro y continuar por una trocha, hasta llegar al pie de monte de la Sierra Nevada. Poco a poco van apareciendo pequeños ranchos pajizos de donde emergen los niños y niñas descalzos, sin camisas, barrigones y de ojos ansiosos, como buscando saber que les han traído.

A la Loma del Potrero parece que la civilización en pleno no hubiese llegado. Los ranchos carecen del servicio de energía eléctrica. Lógicamente, carecen de gas natural, por eso a pleno sol preparan los pocos alimentos que alcanzan a comer. No hay escuelas, tampoco funciona el programa de UCAS. Las posibilidades de matricularse en una escuela son remotas. No aparecen en los censos del Dane. Para llegar a Galán, un niño tendría que recorrer diariamente seis o siete horas diarias, entre ida y regreso, con el estómago vacío y tomando agua de aljibes sin ningún tipo de tratamiento.

Gladis Patricia Epieyú, madre de varios pequeños, se ha cansado de esta situación terrible en que viven. Con la ayuda del líder Jorge Ortiz, se pudo comunicar con el Noticiero Cardenal y El Pulso Caribe, para destapar la cruda realidad que viven los habitantes de esta comunidad, que nada tienen.

“Quiero que nos apoyen, nos estamos muriendo de hambre, no hay forma de seguir viviendo, las tierras las ponemos a producir, pero muchas veces las cosechas se dañan y las esperanzas de ganar algo de dinero desaparecen” dice doña Gladis, una mujer que cronológicamente no maneja una edad madura, pero biológicamente su cuerpo sufre los embates del hambre.

También enviaron una carta al Icbf, que se ha convertido en una luz de esperanza para lograr, que al menos lleguen ayudas alimentarias para socorrer a estas personas, a las cuales el invierno le destruyó sus cultivos en donde tenían afincadas sus ilusiones para solventar la terrible pobreza que padecen.

CARTA DE LOS HABITANTES DE LA LOMA DEL POTRERO AL ICBF