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Momentos en que el coche fúnebre llegaba a Riohacha, rumbo a la comunidad de Piazapa, donde finalmente fue sepultado.

Mientras las carreteras y caminos de cualquier caserío, vereda o ranchería, se ven invadidas de lujosas camionetas de alta gama, en donde viajan reconocidos dirigentes políticos en busca del anhelado voto para mantener su poder, los niños guajiros siguen muriendo de física hambre, falta de agua potable, atención oportuna en salud, pese a que la Corte Constitucional, les protegió sus derechos a través de la Sentencia T-302, la cual se cumple solo con pañitos de agua tibia.

En las últimas horas, en una clínica de Barranquilla, falleció Alan de Jesús Palmar González, de solo 45 días de nacido. No alcanzó a gozar de la luz del día. El hambre lo sacudió y lo condujo a una complicación con presunta cardiopatía, la cual, según los médicos, estuvo asociada a la mala alimentación que se le suministró en los pocos días que estuvo respirando.

Alan de Jesús, así lo llamó su madre, Aleida Josefina González Bracho, una mujer de la etnia wayuu, quien vive con el resto de su familia en la comunidad de Piazapa, ubicada en las entrañas del desierto guajiro territorio del municipio de Uribia, fue llevado en primera instancia el pasado 13 de septiembre a la clínica Talapuin de Uribia, de allí, debido a la complejidad de su caso fue remitido a Gyomedical en Riohacha y de allí a la clínica de la Costa en Barranquilla.

Alan de Jesús no resistió el hambre ‘congénita’ que arrastraba su madre, transmitida al pequeño, quien al momento de su nacimiento, comenzó a sentir los rigores de la desnutrición y las falencias cardiovasculares.

“Una vez más se repite la triste historia de madres wayuu, llorando desesperadas la muerte de sus hijos en entornos y ciudades totalmente diferentes a sus territorios ancestrales y lo peor con pocas posibilidades de regresar a su comunidad, ya que estas madres no cuentan con el apoyo ni los recursos para retornar a sus espacios ancestrales y poder sepultar a sus hijos. Hace menos de quince días en la ciudad de Valledupar se presentó un caso muy similar en donde también habría fallecido un Niño wayuu y habría sido abandonado por la EPS Cajacopi. Esta vez habría sido la EPS Anas Wayuu quien en circunstancias similares abandonó a una madre wayuu y su hijo fallecido en una ciudad ajena y sin pocas posibilidades de retornar a sus territorios” advierte con mucho dolor José Silva, vocero oficial de la Organización Nación Wayuu, una entidad que se preocupa por hacer visible los padecimientos que sufren estas criaturas, que no alcanzan a vivir por la falta de una adecuada nutrición.

El Estado a través de Icbf, viene trabajando mediante la focalización de los casos que se encuentran en zonas muy apartadas para brindarles la protección, el problema es que muchas entidades particulares que hacen la intermediación de los programas, recortan los suministros para mejorar sus utilidades. Lo peor, es que muchas de esas entidades, son de miembros de la etnia wayuu, que manejan niveles de vida diferente al resto de la población que sufre en los lugares recónditos, en donde no llegan las ayudas, consumen agua de los jagüeyes, mientras recursos que corresponden a los Resguardos, son utilizados para amasar el poder, el cual se encuentra concentrados en sectores políticos y clanes familiares.

La ONGs Nación wayuu, logró aunar esfuerzos para que finalmente, el cuerpecito de Alan de Jesús pudiera recibir cristiana sepultura en su comunidad.