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Por: Elinda Bruges González Comunicadora Social- Periodista

Elinda Bruges Gonzalez , comunicadora social- periodista. Magister en comunicación, ganadora del Premio Simon Bolívar en la categoría crónica Radio 2019

¿Por qué será que La Guajira es objeto de tanta corrupción y entramados? ¿Qué es lo que la hace tan atractiva para que se empecinen con ella? Me atrevería a decir que no solo su riqueza natural; la vulnerabilidad de su gente y sus necesidades; pero más que eso, el silencio cómplice de sus habitantes, su memoria selectiva, la adulación pecaminosa a políticos, que con sus atractivos discursos de falsedad han hecho procrastinar el fin común de miles de guajiros.


La ignominia que se ha cometido con esta región es similar a su índice de pobreza, el cual ostenta un indecoroso segundo lugar, solo superado por Chocó. La península ha sido avergonzada, su carácter de ser la majestuosa entrada a Sur América, un título ganado por su estratégica ubicación geográfica, ahora guarda similitud con la gran Cenicienta del Caribe, por ser el emporio de las promesas incumplidas, la burla ruin de los que aparecen en campaña a buscar votos, de los votos que algunos ciudadanos entregan con afán a un aparecido, que ni siquiera es de su tierra, que no la siente, con la falsa intención de cambiar lo incambiable. Siento que a los guajiros les ha faltado, así como su tono de voz se asemeja a las olas del mar cuando irrumpen en las piedras de sus playas, fuertes y contundentes, así debe ser la persistencia de su carácter cuando su tierra ha sido violentada moral y socialmente, cuando se les arrebata la capacidad de tenerlo todo, porque esta tierra ha dado todo, limitándose a pedir favores y no a exigir derechos. Muchos prefieren mirar de largo, otros no hacen eco y muchos otros parten para no ver terminar de desmigajar a su tierra.
Del futuro ni se habla, parece que no existieran las nuevas oportunidades para esta región y su gente.
Creo que si Francisco J Brito se asomara tan solo un ratico a ver lo qué pasa en su natal Guajira, volvería a encerrarse en su caja mortuoria a escribir un nuevo bando, eso sí, un bando fuerte, tal vez sin escrúpulos, ni tapujos para expresar unas cuantas y necesarias verdades con elegancia, diciendo cada cosa por su nombre, llamando a fulanito y sutanito “sin vergüenzas”, quizá no le alcanzará el papel, pero sí su alma aguerrida por defender lo suyo.
No solo basta con que a la Guajira la mencionen en inspiradoras canciones, ni que se recuerde a Gabo caminando en sus calles como el literato que fue engendrado en sus históricas casas o que Francisco el Hombre sea el más valiente por enfrentar a ese mismo que ha estado entrometiéndose en el devenir de este pueblo y su gente.

Y aun así, entre tantas dificultades, entre lo precario y el olvido, entre el gobierno y desgobierno, entre lo diáfano y lo oscuro, la Guajira, espera que algún día, alguien o algunos la defiendan y no de cualquier manera, ella espera que el ímpetu con el que se ha levantado a través de su historia, sea el mismo que no se haya desvanecido, para salvarla de esa vastedad desolada que pesa tanto como el olvido de sus habitantes.
Hay un abandono sistemático entre las partes, que se acompaña con el silencio resignado de su gente que parece aceptar la pobreza como destino inevitable.

Entonces resulta necesario y urgente despertar la conciencia colectiva y hacer un llamado a la acción, para romper este ciclo de desatención y desesperanza que hacen que la “dama reclinada” ya esté cansada de rufianes “galanes que dicen quererla”.