


A las tres de la mañana, más de 50 estudiantes de Pénjamo y Las Minas, pequeñas veredas del municipio de Dibulla, deben levantarse para marcharse a clases. Deben hacerlo, para poder contestar a lista cuando los docentes de la Institución Educativa Adolfo Mindiola, de Las Flores, llamen a lista. Son casi 4 horas que deben recorrer, bajando montañas, cruzando ríos y pequeños arroyos, luego pasar la carretera Troncal del Caribe e internarse hasta llegar a Las Flores, un poblado bananero, donde se encuentra el colegio.
Al regreso es peor. Deberán soportar la canícula del sol, hacer el mismo recorrido, pero subiendo empinadas montañas, para llegar a sus hogares a preparar las tareas del hogar y del campo, luego revisar los compromisos escolares y dormir.
Lo triste de este episodio, es que el departamento tiene contrato con empresas transportadoras para recoger diariamente a estos menores en sus lugares de origen y llevarlos al colegio para cumplir cabalmente con sus compromisos. Eso no ocurre con ellos. ¿Las razones? Nadie las sabe, lo real, es que los vehículos no cumplen con los recorridos.
Algunos muchachos cuentan con la bendición de tener en sus corrales burros, una especie en vías de extinción, porque a diario llegan los mercaderes a comprarlos para convertirlos posteriormente en salchichones, embutidos, y otros tipos de cárnicos que venden a altos precios en las tiendas de la vecindad. A lomo de burro, algunos llegan hasta el colegio, sudados, cansados para recibir las clases de los maestros.
La mayoría lo hacen a pie, pocos usan bicicletas porque no hay como comprarla y el transporte en motocicleta es casi imposible pagarlo. “Si se van en motos, no podrán consumir agua” eso dicen los padres de familia.
Por eso, los estudiantes se declararon en paro para exigir a la secretaria de educación departamental, el cumplimiento del contrato de transporte escolar. Sobre eso, hay silencio. Pocos saben lo que ocurre.
Un alto porcentaje de menores desertan de sus clases y son absorbidos por grupos ilegales, o simplemente van a las zonas urbanas a trabajar en lo que venga. En el campo, pese a que existe mucha actividad, no hay forma de pagarles.
A la protesta se unieron los padres de familia de las veredas de Pénjamo y las Minas, quienes no quieren seguir viendo el sufrimiento de sus hijos para asistir a clases. “No hay derecho que se nos dé ese trato” explica una de las señoras que acompaña a los estudiantes, quienes colocaron barricadas en las puertas del plantel, para evitar que nadie entre. “O, todos en las camas o todos en el suelo” grita una madre de familia, quien explica que, los que no tienen transporte se están perjudicando y otros del casco urbano tranquilamente reciben sus clases, causando retraso entre los niños más vulnerables”.
Robo en Mingueo
El problema de la educación no se queda ahí. En Mingueo, uno de los corregimientos sentados al pie de la carretera internacional Troncal del Caribe, ladrones ampliamente conocidos, se llevaron equipos de computación portátiles, alimentos del restaurante escolar y demás implementos, debido a que no existen vigilancia. Eso ocurrió en la sede San Martín, de la Institución Educativa Técnica Rural Agropecuaria – INETRAN- de Mingueo, lo que ha generado la reacciones de los estudiantes y profesores, quienes desde hoy paralizaron sus actividades educativas.
Lo triste, es que el alcalde Alberto Montero, fue docente de este plantel, pero, hasta el momento no ha podido darle solución al tema de la seguridad en este claustro educativo que alberga estudiantes de Palomino, San Salvador, Río Negro, La Cantera, Río Ancho, Casa Aluminio, Casa Japón y otras pequeñas comunidades indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta.