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El periodismo del Caribe colombiano se encuentra de luto. Uno de los veteranos de la comunicación, falleció en las últimas horas, luego de ejercer este oficio durante 59 años, en la ciudad de Barranquilla, logrando ejercer cargos en diferentes entidades, y pasar por los microfonos de muchas emisora sy los teclados de los desaparecidos periodicos El Nacional, Diario del Caribe, entre otros.

La muerte de Diaz de la Rosa, ha provocado un sentimiento de solidaridad, con esta persona, que llegó de El Banco, Magdalena, luego de estudiar en Ocaña, se instaló en Barranquilla, en donde logró convertirse en maestro normalista y posteriormente en periodista deportivo.

Además de ejercer el buen periodismo, fue un luchador gremial. Hombre probo, impecable, idóneo, asertivo y proactivo, modelo de unidad, ética y lucha sindical local y nacional dentro del Colegio Nacional de Periodistas, abanderado de la reivindicación profesional y laboral de la colegiatura, para lograr idoneidad y un ejercicio digno de los comunicadores sociales académicos y empíricos por una “Prensa Libre en un País Libre”.

En 2015, cuando cumplió 50 años de periodismo Fracisco Figueroa Turcio, le publicó en la Chachara, un medio virtual, una nota importante, en donde Díaz de la Rosa, desnudó su vida de pobreza y mostró su acelerada carrera de periodista, luego de dejar atras, sus comienzos como maestro de escuela.

Ricardo Díaz de la Rosa, junto al periodista Carlos Ramos Maldonado.

Nota de la Chachara

Ricardo Díaz De la Rosa, al cumplir cincuenta años de actividad periodistica, echó a galopar los azarosos recuerdos de su juventud donde convivió con la pobreza absoluta y relata cómo llegó a convertirse en un periodista.

En sus cincuenta años de periodismo ha laborado en los diarios El Nacional y Diario del Caribe. En  la radio se inició en la Voz de la Costa como redactor deportivo, luego pasó por Todelar donde incursionó como periodista político. También estuvo en RCN y actualmente es el director del programa ‘Hoy mismo’ que se difunde por la Voz de la Costa, la misma emisora que por esos vaivenes inexplicable de la vida, lo vio nacer como periodista.

«Académicamente mi papá  Gabriel Díaz Cruz, oriundo de El Banco (Magdalena), me cambió el libreto, yo aspiraba estudiar bachillerato clásico. Él me  mandó a estudiar a Ocaña (Norte de Santader) por razones de clima. La meta de mi padre era que estudiara en el colegio José Eusebio Caro, pero  cuando  llegué acompañado por mi madre Justina De la Rosa no había cupo. Al final me consiguió cupo en la Escuela Normal  Superior de Varones ‘Francisco Fernández de Contrera’. Ella me dejó interno. Ellos pagaban 100 pesos por la mensualidad. ¡Era entonces un mundo de plata para ellos, que afrontaban insuperables dificultades económicas! Me gradué en el año 1963 con el título de bachiller normalista», describe Díaz de la Rosa.

Se fue para Barranquilla

Ese mismo año Ricardo empacó sus pocas pertenencias en una maletica de cartón forrada con papel rosado y se vino a Barranquilla. Era la ciudad esperanzadora para muchos colombianos. Dice que tomó el tren en el municipio de Gamarra (Cesar), «me llevó a Ciénaga (Magdalena) y luego a mi destino final: Barranquilla. Llegué con 50 pesos en el bolsillo. Como mis padres era muy pobres y yo estaba en unas condiciones muy precarias económicamente, me dieron albergue en una casa de unos amigos de mis padres, de apellido Jaimes que vivían en el barrio las Nieves».

Ahí están acurrucados en su cerebro aquel par de seres humanitarios, a pesar de que no tenían nada que dar. Y eso lo advirtió Ricardo tan pronto pisó la casa de los Jaimes. «Estaban en unas condiciones peores que las de mis padres y, obviamente las mías. Me asignaron un pequeño cuarto que no tenía cama, por lo que me tocaba dormir sobre unas tablas en el piso pelado. Sin almohadas, menos sábanas. Era una ‘tortura china’. Y, para colmo de males, yo tenía una sola mudita de ropa».

Ricardo Díaz y el concejal Jorge Rangel, en su ambiente natural, la política.

Dice Ricardo que «para acabar de joder, la segunda noche de mi llegada a Barranquilla, me fui a dormir bajo esa incomodidad implacable, como a las dos de la madrugada desperté… yo diría que por intuición, y pude observar que alguien con un palo largo con un gancho de alambre grueso en la punta iba directo  a robarme  mi única muda de ropa…no se de dónde saqué fuerzas y valentía para saltar como un gato negro para hacer una atajada como las mejores del portero del Junior actual, Sebastián Viera, para evitar que el ladrón  cumpliera su cometido. Todas las noches me tocaba lavar la camisa y el pantalón, y para que se me secaran prendía un fogón de leña. De esa manera, con el calor, se me  secaban la única camisa y el único pantalón, era un quita y pon, como Pirulino, pirurinpinpón, la única camisa y el único pantalón. Más tarde, cuando escuchaba ese éxito de Calixto Ochoa, yo me reía solo porque era el retrato de mi vida misma».

Él no solamente tenía problemas de vivienda, sino de alimentación, y recuerda una anécdota sobre el particular. «Una vez me fui al teatro ‘Águila’ del barrio Las Nieves, porque tenía mucha hambre…llevaba dos días sin comer algo de peso. En los teatros vendían chinchurrias, tira tira (pajarilla), jala jala (jarrete), cuajo y bofe. Por lo general la porción de fritanga la daban con un patacón de banano verde al que llamaban ‘lengua e vaca’. Y el más barato era con yuca. Yo le pedí al dueño de la fritanga que me vendiera dos pesos de bofe con yuca. El bofe ya estaba putrefacto. Le reclamé al dueño del negocio de las malas condiciones del bofe…y él me respondió con la mayor franqueza: por eso te lo dejé barato, porque esa era la comida de mi gata negra que tengo en casa».

Ricardo reconoce que ante el hambre que tenía no le quedó otra alternativa que comer el bofe en estado de descomposición. «Yo no sé si el jugo gástrico mío logró resolver ese problema de la podredumbre del bofe o fue la misma necesidad de comer la que me llevó a superar esa dificultad, sin ser víctima de una intoxicación. A los pocos días volví a donde el fritanguero a comerme una morcilla y, al verme, sin rastros de intoxicación, me quedó mirando y con sorna me dijo: ‘¡Carajo, muchacho, tu tienes barriga de gallinazo!’. Le inventé una película dramática de lo mal que había pasado esa noche y el tipo quizá por primera vez en su vida mostró que tenía corazón. No me cobró la morcilla, que me despachó con dos patacones ‘lengua e vaca’ y me los envolvió en un papel rústico».

Vinculación al periodismo


Ricardo Díaz, en compañía del periodista, escritor y catedrático Javier Franco Altamar.

En el deambular por las calles de Barranquilla  Ricardo Díaz recuerda que se encontró con un «ángel». «María Alcira era amiga de mis padres y, al verme, no solo se sorprendió, sino que se alegró. Me dijo: ‘¡Qué haces aquí en Barranquilla!’. Yo le respondí: ‘buscando trabajo para no morirme de hambre’. Entonces ella me dijo: ‘Luis Fernando De Castro acababa de abrir un colegio  en el barrio Abajo y necesitaba profesores  y como tú eres bachiller normalista, puedes ser un excelente candidato’. A mi el corazón empezó a brincarme como caballo desbocado. Sentía su palpitar alocado tum, tom, tum, tom. Le pedí la dirección, le di un sonoro beso en la mejilla y salí volando».

De inmediato se fue al colegio a buscar a Luis Fernando De Castro. Cuando pudo hablar con él le explicó su situación económica por lo que necesitaba trabajar de manera urgente. Casi hace llorar al rector del incipiente colegio. «Le mostré orgulloso mi diploma de Bachiller Normalista Superior y me aceptó como profesor. Recuerdo que dictaba clases de  dibujo, caligrafía, y música. Yo de música, técnicamente, no conocía, de pentagrama, menos. Tampoco diferenciaba una nota blanca de una semicorchea. Se me ocurrió la idea de enseñarles a los alumnos la canción ‘Soy pirata’, que era la única que me sabía, de vainas».

Con un poco de osadía -lo que nunca le ha faltado- solicitó al rector que le permitiera vivir en el colegio, pensando en que así podría solucionar la situación de mejor calidad de vida. «Pasé de Guatemala  a Guatipior. Solo había una habitación que era la de Luis Fernando, por lo que me tocó hacer la cama con las sillas de los estudiantes». El tiro le salió por la culata, pero Ricardo se dijo «peor es nada, caramba».

El hoy reconocido periodista recuerda que duró trabajando en el colegio de Luis Fernando año y medio. «El 7 de febrero, día de mi cumpleaños, una estudiante me dió un beso en la boca delante de todo el estudiantado. Yo digo que fue un beso espontáneo e inocente para felicitarme, porque, además, me cogió distraído. Un profesor perverso y de mala fe me denunció ante la rectoría. Modificó el cuento como le dio la gana. Dijo que era yo quien había besado a la jovencita en la boca. Me dio tanta rabia y tristeza por la impotencia para demostrar mi inocencia frente al acto malévolo de aquel profesor mediocre, que decidí renunciar.

Su paso al deporte

En el colegio trabajaba como docente Wilderson Archibol, quien además laboraba como jefe de redacción del noticiero de Don  Gabriel  Forero Sanmiguel. «Cuando él se enteró de mi renuncia, me buscó para proponerme que si me le mediría a la redacción deportiva, ya que había esa vacante».

En realidad, Ricardo Díaz conocía el balón por lo redondo, más no tenía la menor idea de qué era un corner, un penal, un fuera de lugar.

Eso sí, tenía el conocimiento de la estructura de una noticia, «porque yo leía mucho la prensa, especialmente la información internacional y, en particular, los despachos de la Agencia United Press International (UPI), que me parecía la redacción más técnica. Se me quedó grabado el ordenamiento y acepté el reto  de ser redactor deportivo del noticiero FSI (Forero Sanmiguel Informa) en el año 1965, es decir hace 50 años, ¡uff carajo, medio siglo! Cómo pasa el tiempo».

En materia de ciclismo, el conocimiento de Ricardo era peor. No conocía una biela. Menos qué era un embalaje, un tubular. «Yo no entendía lo de las etapas contra el reloj en el ciclismo. El último parte de primero y el primero lo hace de último. Y yo cometí el error de redactar la noticia de la partida al revés. Don Gabriel se percató de mi garrafal error y me despidió. Sólo duré seis meses. ¡Vaya qué puta suerte!».

Sin embargo, no todo era negro para Ricardo. «Un colega me informó que había una vacante en el noticiero Todelar de la Costa que se emitía por emisoras Riomar de don Leonidas Otálora. El director del noticiero era  Armando Benedeti Jimeno, a quien le decían ‘Cicuta’ por una columna que publicaba en el vespertino El Nacional. Hablé con él y me brindó la oportunidad de laborar allí al lado de Antonio Abello Roca, Fernándo Quintero Millán, (el inolvidable ‘Quillán’ que se pasaba el día y la noche con un tabaco en la boca), Chepe De la Espriella y Rafael U Lafaurie».

Por esas cosas de la vida, a pesar del mal genio de que ha gozado toda la vida, Armando Benedeti fue para Ricardo su buen amigo. Y afirma, sin dejar duda alguna, que fue «mi gran maestro. Él fue quien me estructuró como periodista. Me dio los cimientos necesarios para ejercer esta profesión y me hizo incursionar en la noticia política», recalca  el periodista Ricardo Díaz De la Rosa.

En el año 1976 ocupa el primer cargo público:  Jefe de prensa de la Alcaldía de Barranquilla, con la administración de  Alfonso Nicolella de Caro. El segundo cargo público fue en la oficina de comunicaciones de la Universidad del Atlántico en el año 1980.

Ricardo Díaz de la Rosa  el 7 de febrero cumplió 68 años de edad,  él mismo reconoce  que las posibilidades de acceder a una pensión las ve muy difíciles por cuanto no le aparecen las semanas cotizadas en el Seguro Social. Ha recurrido al servicio de varios abogados y no ve la luz al final del túnel.

«Yo hoy estuviera  pensionado por la Universidad del Atlántico, pero cometí el error de renunciar  por solidaridad con el rector Antonio Vallejo. Él me sugirió que no renunciara, yo le argumenté que él me dio la confianza y dentro de mi filosofía estaba de ante mano  la fidelidad. Quien lo remplazó fue Eduardo Ahumada, quien me pidió que continuara en el cargo, pero insistí en mi posición de renunciar», señala Ricardo Díaz De la Rosa.

Desde  el año 1981, Ricardo Díaz, ejerce el periodismo independiente, una labor titánica porque no es fácil mantener un programa radial ante los altos costo de arriendo en las emisoras  y el  poco apoyo publicitario.