Desde niña marcó su futuro como una mujer emprendedora, pero sin apoyo de nadie. Fue la dueña de la primera tienda de El Pájaro. La que hacía los panderitos, las bolas de azúcar con leche de cabra. La hija de Cocomayo Mengual, le puso el sabor a los famosos bollitos de harina. Fue una comerciante de las que viajaban temprano a Maicao o Riohacha, para surtir la tienda, muchas veces lo hacía en burro o simplemente a pie.
NOTA DE REDACCIÓN
Juana Francisca tiene su mente lucida. Se acuerda cuando pasó el primer carro de combustión por las polvorientas calles de El Pájaro. Tiene en su memoria la lista de los primeros víveres que trajo cuando abrió la única tienda del pueblo. Un bulto de arroz, azúcar, manteca sólida, panes duro y galleticas caseras. Era un ventorrillo, en donde la gente se arremolinaba desde temprano a comprar para preparar sus alimentos.
Nació un 24 de de junio de 1,923. El día de San Juan Bautista, por eso fue emprendedora, luchadora, y nunca bajó el dedo para rendirse a lo duro que era la vida por esas épocas en La Guajira, en donde no había carreteras, energía eléctrica y tenía que caminar a Riohacha, por la orilla de la playa.
La hija de Perseveranda Uriana y Cocomayo Mengual, desde su nacimiento marcó lo que iba a ser. Desde niña comenzó a trabajar duró. Ayudaba en todo los quehaceres de la casa de sus padres. Después comenzó a crear comidas especiales. En sus manos nacieron los famosos bollitos de harina, las bolas de azúcar y leche de cabra, los cuales vendía a montones a solo un centavo. Preparaba los sabrosos panderitos, la gente los compraba corriendo antes que se acabaran. Las ganancias las invertía en víveres que traía de Riohacha y Maicao, dando inicio la primera tienda que tuvo El Pájaro.
Por eso, este fin de semana, cuando sus hijos, Edinson, Ninfa, Bibiana, Sully, Graciela, sus28 nietos, 58 biznietos, 9 tataranietos, se reunieron para celebrar sus 100 años, la casa se volvió un verdadero hormiguero, en donde recordaron a José Ángel, uno de los hijos fallecidos.
Juana no sufre de nada. No le duele su cuerpo. Es una mujer que aún se levanta temprano, quiere seguir haciendo lo que realizaba cuando era niña. Su memoria se encuentra intacta, se acuerda hasta los deudores morosos que permanecen anotados en los cartones de Marlboro o Pielroja. Sabe cuanta plata guardaba en cada lata vacía de galleta de soda. Canta con sabrosura ‘Échame la tierra encima’ y ‘Luna de Octubre’ canciones de Pedro Infante, su ídolo de la época.
En la iglesia de El Pájaro sus familiares ofrecieron una misa de acción de gracias, por mantener flamante a Juana, la gran emprendedora del pueblo, que hoy sigue siendo un gran ejemplo para las nuevas generaciones. ! Mucha vida para Juana!