Las paradojas de la vida. El miércoles 28 de agosto pasado, cuando la Corte Constitucional, declaraba la exequibilidad de la Ley 2273 del 2022, mediante la cual Colombia, adoptaba los Acuerdos de Escazú, en Palomino, un pequeño poblado colindantes entre La Guajira y el Magdalena, y enclavado en el cañón de un hermoso río, a orillas del mar Caribe, moría en la inopia y el olvido, el más grande ambientalista de estas tierras: Carlos ‘Cayito’ Fernández.
Ese nombre, para muchos desconocidos, pero en el mundo de los verdaderos ambientalistas, todos lo recuerdan, como el hombre, que hizo visible a esta región, como una potencia del turismo ornitológico de Colombia. Fue el primero, en comprar de su propio bolsillo, los huevos de tortuga, que sacaban los pescadores de los nidos en las blancas arenas de Palomino, para ponerlos a incubar, en unas piscinas artesanales, luego esperar entre 60 y 80 días para mirar su eclosión, después, cuando ya podían nadar y defenderse, se hacía su liberación ante los propios pobladores, que no alcanzaban a entender la osadía de este filántropo ambientalista.
‘Cayito’ murió a la hora, en que los colombianos, estaban conociendo que los Acuerdos de Escazú, se aplicaran en Colombia, bajo el marco de la ley. Ese mismo marco normativo que Fernández, sin ser abogado, proclamó, de manera natural, ante su gente, añorando que en cualquier momento, Colombia iba a despertar para proteger de forma masiva a la Pacha Mama o madre tierra.
Proponemos que Corpoguajira y el Ministerio de Ambiente, deberían convertir a Río Ancho y Palomino, en un Escazú, ese Cantón, costarricense, que permitió que, en su territorio, naciera un trascendental Acuerdo, firmado por muchos países del universo, que propende por la conservación del planeta.
Sabemos que Samuel Lanao Robles, director de Corpoguajira y el mismo gobernador Jairo Aguilar Deluque, amigos del extinto personaje, trabajaran para perpetuar este legado,
Este ambientalista sin títulos universitarios, pero con un inmenso amor por la naturaleza; que nació en silencio, en un barrio de Villanueva; y que acaba de morir, en el mismo manto del silencio de su nacimiento, desde su eterno descaso, va a agradecer a quienes logren revivir y mantener la ‘granja experimental’ en Río Ancho. Allí, ‘Cayito’ puso todos sus sentimientos. Esa pasión que recorría sus venas. La misma que le dieron fuerzas, para lograr que Corpoguajira y el ministerio de Ambiente, instalaran las primeras cámaras – trampas, con lo cual, se pudo demostrar que, en las montañas de la vertiente norte de la Sierra Nevada, aún se encuentran en vías de extinción las Dantas. ¡Nadie lo podía creer! ‘Cayito’, convenció a todos, que ese animal, aún corre en medio de las montañas guajiras.
¡Paz en la tumba, del siempre sonriente, ‘Cayito’ Fernández!