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Por: Rubén David Salas Arias

El Rey yace solemne y poderoso en sus cumbres. De vez en cuando desciende y ofrece desde lo más profundo de su benevolencia las palabras que brindan sentido de vida a sus súbditos. Si es el caso de que no sea de su gusto descender, manda a sus emisarios ungidos de sabiduría a esparcir la doctrina de voz a voz. Pero, a fin de cuentas, sin importar quién sea el emisario de la verdad revelada, luego de cumplir su empresa, éste desaparece para volver a entregarse al todo y rellenarse de magnas ideas.

De las dos principales características del Rey anteriormente mencionadas, la más importante es aquella que posibilita -a diferencia de la gran mayoría de los ciudadanos- que su voz invoque y haga realidad sus ideas. Pocos tienen la posibilidad de ser poderosos. Resulta que el poder es un favor, una bendición o una suerte para los más afortunados; sin embargo, en él recae un gran compromiso, ni siquiera propio, más bien con aquellos que dan su confianza o quedan sujetados a los designios de un poderoso. Por tal motivo, se debe reforzar o dar la vuelta al concepto y pensar que el poder debería ser una carga para los más fuertes.

La auténtica fortaleza radicaría en la capacidad para soportar los arrebatos del deseo, desligarse del ego nocivo y pensar en comunidad, con la visión de un panorama completo -sabiduría- y con el objetivo en mente del bien-estar social. Caso contrario sucede con la debilidad de un ser dotado de poder sin estar preparado, la cual, está en negar la realidad en favor de las ideas personales del mundo como si este fuera único y carente de pluralidad. Puede que desde el favor del poder se pueda intentar cambiar la realidad, pero si la visión de vida se mantiene sesgada y delirante, no es extraño que la verdad le devuelva una cachetada en la cara, y lo peor, sin oportunidad de revancha.

La fascinación del Rey es que su voz sea la última palabra, olvidando que antes de alzar esa voz que silencia a las demás, debe escuchar, comprender y liderar desde las aptitudes de sus allegados. Es así como considero que una premisa de vida para aquellos ansiosos de poder y que al tomar decisiones interioricen un contrapeso en su actuar desde el respeto por el prójimo, debería ser: Los dones de los individuos agregados en una comunidad prevalecen sobre cualquier poder único dominante.

P.D. El Rey no tiene nombre, es un personaje único, adaptado por varios que quieren su papel para colocar en la cúspide sus rostros y hacerle una trampa al tiempo a través de la historia.