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El festín noticioso corrió por cuenta de dos escándalos: el que involucró a Nicolás Petro y tocó la campaña Petro presidente, y de la corrupción en la UNGRD al que intentan aún darle la dimensión jurídico-política del proceso 8.000, buscando como sea responderse la pregunta clave: «el presidente Petro sí sabía» de ese entramado de corrupción“.


Germán Ayala Osorio

Nacido en Cali, Valle del Cauca. Profesor universitario. Comunicador social, periodista de la Autónoma de Occidente, politólogo de la Pontificia universidad Javeriana de Cali, con doctorado en Regiones Sostenibles. Autor de varios libros académicos.


Germán Ayala Osorio

2022 – 24: dos años es suficiente tiempo para evaluar a los medios masivos colombianos, en lo referente a un cubrimiento del ejercicio gubernamental mediante el cual optaron por hacer oposición política. El balance recae sobre medios como El Tiempo, El Colombiano, El País de Cali y Semana, así como los noticieros de televisión de RCN y Caracol, y órganos de difusión radial como Blu Radio.

Esos medios le han apostado a generar un clima de incertidumbre y miedo entre sus audiencias, a partir de exageraciones o lecturas catastrofistas de hechos económicos y políticos.

Veamos varios ejemplos: desde antes de la posesión del presidente Petro, casi al unísono la prensa hegemónica le apostó a generar un ambiente económico desfavorable, que sobrevendría por la llegada por primera vez de un gobernante con ideas progresistas. Algunos periodistas llegaron a afirmar que el dólar se treparía a entre 5 mil y 7 mil pesos, y que habría una estampida de colombianos, incluido el éxodo de empresarios por la llegada del “socialismo/comunismo”. Algunas figuras de la “fardándula” criolla anunciaron públicamente que abandonarían el país porque había llegado el maldito comunismo. La senadora María Fernanda Cabal y la cantante Marbelle dijeron que se irían del país si ganaba Petro. Dos años después, las maletas siguen listas.

Con el caso de los pasaportes, armaron una cruel novela. Al final no se dejaron de entregar los documentos, esto es, no se paralizó el sistema. Lo mismo hicieron con el suministro de gas. Malinterpretaron un comunicado oficial para señalar que habría desabastecimiento, cuando se trataba de actividades de mantenimiento. Les alcanzó la “mala leche” para ocultar que el país importa gas desde hace varios años, exaltando de manera negativa que sería con el gobierno de Petro que se darían las primeras importaciones. También llegaron a informar- sinónimo de asustar en este caso- con el racionamiento de energía. Recordaron el apagón y la “hora Gaviria” en los tiempos del presidente neoliberal que comenzó la privatización del Estado, permitió el aumento de la concentración de la riqueza en pocas manos, la naturalización de la pobreza y la consolidación de la informalidad laboral.

Producir pánico económico fue el objetivo. Esa parece haber sido la línea editorial trazada a sus periodistas, en particular a sus más reconocidas “vedettes”. Con el pasar del tiempo iniciaron actividades de indagación y filtración de información que pudiera dañar la imagen del presidente Petro y de sus más cercanos colaboradores. Primera conclusión: nunca antes en la historia del periodismo se había visto el interés palpable de desestabilizar a un gobierno usando los medios masivos como arma política.

Minimizar los logros del gobierno en materia de entrega de tierras, control de la inflación, decomiso de cocaína, captura de narcos invisibles y un manejo responsable de la economía, incluido el respeto por la regla fiscal, hicieron parte de la apuesta desestabilizadora. Por el contrario, exaltaron yerros por la forma como se concibió la Paz Total y el diseño de los criterios para elegir gestores de Paz. “El país quedó en manos del hampa” se impuso como verdad, para asegurar el regreso de los amigos de la miedosa Seguridad Democrática.

El festín noticioso corrió por cuenta de dos escándalos: el que involucró a Nicolás Petro y tocó la campaña Petro presidente, y de la corrupción en la Unidad de Gestión del Riesgo (UNGRD) al que intentan aún darle la dimensión jurídico-política del proceso 8.000, buscando como sea responderse la pregunta clave: «el presidente Petro sí sabía» de ese entramado de corrupción.

Aunque el proceso político-periodístico apuntó a desestabilizar al gobierno a través de la generación de incertidumbre social, ese propósito se fue desvaneciendo gracias a las acciones de gobierno, pero en gran medida a que el presidente Petro desde su cuenta de X los contraatacó de tal manera que las mentiras, exageraciones, medias verdades y la “mala leche” de las empresas mediáticas quedaron en evidencia. Haberles reducido la pauta oficial también ayudó. Expuestas de esa manera por el propio jefe del Estado, ayudado en parte por los youtubers, influenciadores y por el trabajo de RTVC, abandonaron esa tarea. La interpretación exagerada o no del golpe blando por parte de Petro, lo cierto es que desde el Congreso, el Consejo de Estado, la Corte Constitucional y el Consejo Nacional Electoral (CNE) le han apostado a afectar la ejecución del programa de gobierno, así como la legitimidad del presidente.

Mientras específicos agentes del establecimiento reforzaban el enfrentamiento con el Ejecutivo, los mismas medios hegemónicos se dedicaban a cubrir los rifirrafes y las reacciones de Petro bajo criterios ideológicos. Al final, medios y periodistas apelaron al clasismo, al racismo, al pasado guerrillero de Petro, incluso a su fuero personal (vida privada) para imponer una narrativa de pugna entre ricos y pobres, entre dignos e indignos; entre gente fina (los de bien) y los ordinarios, esto es, el pueblo que representa Petro.

Faltan menos de dos años para que el presidente en ejercicio entregue la Casa de Nariño. Lo más probable es que las empresas mediáticas aquí señaladas seguirán haciendo el mismo tratamiento noticioso. Están cumpliendo un mandato de sus dueños. Si la derecha vuelve al poder en 2026, volveremos a la misma prensa que se hincó ante el poder intimidante de Uribe, la misma que fue dócil con Santos y cómplice con el fatuo Iván Duque, el eterno aprendiz y títere del reo 1087985.