Especial de Erika Romero.





En días recientes, una publicación en redes sociales acusó a la Institución Educativa Tejiendo Saberes, ubicada en la zona rural del municipio de Uribia, de inflar sus cifras de matrícula. El señalamiento aseguraba que, de 6.000 estudiantes reportados, al menos 2.000 serían inexistentes. Para verificar esta información, este medio se trasladó hasta la sede educativa.
El recorrido dejó en evidencia la cruda realidad de esta institución: largas horas de camino por vías de difícil acceso, docentes que se movilizan en motocicleta a través de terrenos áridos y niños que caminan varios kilómetros para recibir clases bajo enramadas o en aulas construidas en bareque tradicional.
Lejos de una estructura fantasma, se constató que la institución cuenta con 5.412 estudiantes efectivamente matriculados, según confirmó la Secretaría de Educación Municipal de Uribia, en cabeza de Yelenca Gutiérrez. Esta cifra, además de ser oficial, proviene del SIMAT, la herramienta de control y validación censal de matrícula, lo que la convierte en un dato técnico y completamente fidedigno.
Pese a la precariedad, lo que se encontró fue un cuerpo docente comprometido y una comunidad estudiantil entusiasta. Con recursos limitados y bajo condiciones extremas, se imparte educación de manera constante.
Jacqueline Rodriguez, directora de la Institución etnieducativa rural integral Tejiendo saberes rechazó los rumores y denuncias infundadas, y solicitó apoyo urgente:
“Necesitamos que el Gobierno Nacional, las ONG y todos los aliados posibles se solidaricen con esta realidad. Aquí hay niños con ganas de estudiar, pero sin aulas, sin agua y sin condiciones dignas”.
La líder indígena Diana Ipuana, también alzó su voz, visiblemente preocupada por el abandono estatal:
“Solo vienen a tomarse fotos. No ven que los niños no tienen pupitres, que estudian debajo de árboles. Eso no puede seguir así”.
Por su parte, Zenobia Ipuana, madre de familia, agradeció a los maestros por su entrega, y pidió que el Estado “desvuelva los ojos a estas instituciones”, donde la educación se imparte en la arena, bajo la sombra de un palo, pero con dignidad y entrega.
Lo que inicialmente parecía un escándalo de corrupción educativa, terminó siendo un retrato de olvido institucional. Una vez más, la realidad desmiente a las redes sociales.