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Las montañas de La Guajira comenzaron a arder. Los incendios comenzaron a devorar áreas forestales de El Molino, La Jagua del Pilar, mientras que en Fonseca, San Juan del Cesar, se han registrado quemas de basuras, que han requerido con urgencia la presencia de unidades bomberiles, para sofocar el fuego y evitar que se expanda a otras zonas.
Al medio día, desde La Jagua del Pilar, se recibió un reporte en donde se daba cuenta de un nuevo incendio que se presentó en la parte trasera del barrio San Benito, el cual amenazaba con extender hacia los cerros del sur, tomando una parte boscosa, donde también se encuentran parcelas y fincas de los residentes de esta población.
En la península, considerada la región más seca y vulnerable del país, se han contabilizado seis incendios forestales, los cuales, afortunadamente, han sido controlados con la participación de los bomberos de esas regiones.
En la Sierra Nevada de Santa Marta, se comienzan a reportar incendios en varias comunidades indígenas, tanto de la Magdalena, Cesar y La Guajira, lo que ofrece un peligro inminente para los centros poblados y que, además, generan un grave impacto para las cuencas de los ríos que surten de agua a las poblaciones de estos departamentos.
En alerta
Las 14 estaciones de bomberos que operan activamente en todo el territorio de La Guajira se encuentran en estado de alerta. Son 409 hombres y mujeres, que conforman todo el contingente humano, bien preparado y listo para iniciar las tareas de evitar que el fuego acabe con nuestros bosques y pongan en peligro los centros poblados.
Lo grave es que, pese al estado de emergencia que vive el país, los 15 alcaldes recién posesionados en sus cargos, no han comenzado a realizar los trámites para firmar los convenios que permiten que los bomberos puedan prestar este servicio y con los recursos que ellos capten, paguen los servicios de las unidades adscritas a cada estación.
En La Guajira contamos solo 409 hombres y mujeres, preparados para enfrentarse a este ciclo de verano, pero ellos requieren salarios, prestaciones sociales, seguridad social y seguros especiales.
La situación más difícil, la registra Hatonuevo, un municipio crítico por sus bosques secos tropicales, hoy su cuerpo de bomberos no cuenta con personería jurídica. Hace poco, le fue cancelada. Una máquina fue desvalijada por los ladrones.
Otro tema es lo que presentan Riohacha, Uribia, Fonseca y Villanueva, donde se construyen modernas estaciones de bomberos, cuyas obras debieron ser entregadas en diciembre pasado, pero el contratista no ha cumplido.
Riohacha con su nueva sede requiere, mínimo, $1.500 millones para operar, además de la construcción de una o dos subestaciones.
Colombia, en pleno año del Niño e incendios forestales, redujeron el presupuesto, quedando en 62 mil millones a nivel nacional, recursos inocuos, para atender la calamidad que estamos viviendo.
La península se encuentra en el filo de las llamas. Es la región más vulnerable, pero sus alcaldes, parecen imbuido en repartir el ponqué burocrático y no se percatan de la grave realidad que nos acorrala
Agua, que se quema Colombia
Cuando Crecencio Camacho, con sus Boquilleros, en 1.960 grabaron la canción, Agua que se Quema Gaira, una frase acuñada por el segundo Gobernador de la Provincia de Santa Marta, Diego García de Lerma Polanco, en el año 1529, nunca pensó que esa historia llevada al acetato, pudiera revivir años más tarde.
En aquella fue García de Lerma quien, con sus 400 hombres, quemó la pequeña población, al no poder vencer a los indígenas Tayronas, que impedían su desembarco en la bahía de lo que hoy es El Rodadero.
No solo es Gaira, la que se quema en estos tiempos modernos, es todo el país, que se encuentra bajos el ímpetu y la voracidad de los incendios forestales. Tan fuerte, son los efectos de las llamas, que el presidente Gustavo Petro, decretó la emergencia nacional. No es para menos.
Lo grave de todo, como siempre, en Colombia no estamos preparados para sofocar el fuego. Un avión Hércules, preparado para estos menesteres no puede salir por falta de mantenimiento.
Elementos para combatir incendios forestales, que le costaron al Estado, casi 45 mil millones de pesos, se pierden en una bodega de Bogotá, mientras que las más de 760 estaciones bomberiles de todo el país, añoran tener elementos para afrontar estas crisis cíclicas en nuestro país.
Apenas comenzando los efectos de la sequía, el país está a punto de rendirse. No por falta de hombres y mujeres valientes para afrontarlo, sino a falta de equipamiento. La temporada seca, nos deja, nuevamente al desnudo.
En La Guajira, el departamento más seco del país, gracias a Dios, apenas se han registrado 6 incendios de regular tamaño.
Tenemos solo 409 hombres y mujeres, preparados para enfrentarse a este ciclo de verano, pero ellos requieren salarios, prestaciones sociales, seguridad social y seguros especiales.
Hatonuevo, un municipio crítico por sus bosques secos tropicales, hoy su cuerpo de bomberos no cuenta con personería jurídica. Hace poco, le fue cancelada. Una máquina fue desvalijada por los ladrones.
En Riohacha, Uribia, Fonseca y Villanueva, se construyen modernas estaciones de bomberos, cuyas obras debieron ser entregadas en diciembre pasado, pero el contratista no ha cumplido.
Pese a la emergencia nacional, los nuevos alcaldes de La Guajira, no han firmado convenios con los bomberos. ¿Cómo van a funcionar? Esa es la pregunta del momento.
Riohacha con su nueva sede requiere, mínimo, $1.500 millones para operar, además de la construcción de una o dos subestaciones.
En el 2024, el año del Niño y los incendios, redujeron el presupuesto, quedando en 62 mil millones a nivel nacional, recursos inocuos, para atender la calamidad que estamos viviendo.
La península se encuentra en el filo de las llamas. Es la región más vulnerable, pero sus alcaldes, parecen imbuido en repartir el ponqué burocrático y no se percatan de la grave realidad que nos acorrala