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La muerte los sorprendió soñando. Estaba sonriente. Alguien podría asegurar, que en medio de su crisis mental, murió contento.

Osvaldo Bettin, el hombre que desde joven abandonó a su hermoso departamento de Córdoba, para buscar nuevos horizontes en La Guajira, no resistió los embates del alzhéimer, una enfermedad que lo sorprendió, cuando aún mostraba una gran fortaleza corporal. Era un atleta. Un hombre de gran rudeza en sus brazos, pero gozaba de buen corazón. De sonrisa permanente y siempre dispuesto a ‘mamar gallo’, a sus compañeros.

Hace más de 45 años llegó a Riohacha, cargado de ilusiones. Comenzó a trabajar en una carpintería construyendo carrocerías de madera para los camiones. Luego se convirtió en el gran talabartero y tapicero de la ciudad. Fue un visionario para los negocios. Con el respaldo de algunas empresas ferreteras de Barranquilla, montó la talabartería Sinú en la calle 9 con carrera 6.

Fue un eterno prácticamente del sotbol, deporte con el cual alcanzó varios títulos en la vieja cancha del Idema. Después, comenzó a incursionar en los medios radiales, acompañando a Eladio Narváez, llevando los numeritos en los partidos que se hacían en el improvisado escenario deportivo. Fue atleta. Se destacó como billaristas, en donde gozaba de buena imagen, especialmente cuando representaba a los periodistas deportivos en los juegos nacionales de Acord.

Su última etapa la dedicó a compartir cabina con Álvaro Martínez en el Programa ‘El Guacaqueo’, en donde se distinguía por una extraña y contagiosa risita con la cual, finalmente, hacía gozar a los oyentes.

Fue un hombre sincero. Serio en los negocios. Buen amigo. Excelente esposo. En sus últimos años, le tocó compartir la enfermedad con su esposa, a quien atendió hasta que las fuerzas y su memoria le permitieron.

Hoy nos toca despedirlo. Pensábamos que disfrutaría muchos años más de vida. No fue así. Se nos fue. Cerró sus ojos y dejó que sus labios esbozaran la ‘risita’ con la cual hacía gozar a los oyentes del ‘Guacaqueo’ y saludaba a sus amigos, cuando estos lo esperaban para molestarlo.

! Adíos Osvaldo! Eres otra víctimas de los efectos colaterales de Covid, enfermedad que seguirá gravitando sobre la humanidad, ya no atacando con la misma severidad, pero si dejando secuelas, las cuales parecen esculcar las debilidades del cuerpo humano, para anidarse y desarrollar algunas enfermedades que parecían tranquilas.

Fue un crítico en el deporte. Defensor del parque Centenario. Un preocupado por la destrucción del coliseo Jairo ‘El Guajiro’ Romero.

Su único enemigo fue Tomás, un perro ‘basterman’ de color caoba, que no le ladraba ni a los ladrones, pero parecía percibir el perfume y aroma de Bettin, para mostrarle los dientes, erizarse y lanzarse al ataque contra Osvaldo. Nunca lo mordió. El animal parecía divertirse cuando su contendor se ponía colorado, como camarón recién sancochado.

A Bettin lo gozaba todo mundo, uno de ellos, fue su eterno amigo y paisano, Pájaro quien lo esperaba en la calle 5 para tomarle el ‘poco pelo’ que aún le quedaba en la cabeza. Su única gran pelea fue con los hermanos Gamboa, cuando desde la calle 15, frente a Telecom, uno de ellos, lo correteo con un machete en la mano. Osvaldo con su gran velocidad lo dejó regado, mientras el perseguidor le gritaba:! Parate, parate!. Ahora Osvaldo se paró, se detuvo, como para esperarnos en el más allá, en donde solo nos ha tomado una ligera ventaja.

Era un gran bailador de música Sabanera: porro, paloteo, y cualquier ritmo de viento se lo gozaba con mucha alegría.

! Adíos Osvaldo!