Una botella de ‘cococho’ cuesta en las ‘chirrincheras’ 2 mil pesos. En El Boliche, la muerte por intoxicación se hizo costumbre. Son hechos aislados que cobra la vida a gente humilde que vive del rebusque diario en esta zona. En Barranquilla las parrandas, estratos bajos, se hacen con este licor, sin que existan controles.


La costumbre se hizo muerte, en el Boliche, una zona de comercio popular e informal, en donde se encuentra de todo y para todo. Es el sitio para encontrar el respuesto que no aparece en ninguna parte. Si una pieza no la encuentras en el comercio formal, un viejo tornero, te lo fabrica en minutos, casi con las mismas calidades del original.
Este mercado ‘persa’, enclavado en la vieja ‘barranquillita’, en donde el rebusque se convierte en la base fundamental para poder vivir, se transformó en una noche de miedo; del sector comercial, pasó a un escenario de muerte. Siete hombres quedaron atrapados por el famoso ‘cococho’, un licor adulterado, preparado con los peores estándares de higiene y calidad;, agazapados en locales malolientes, en donde solo se requiere una pimpina, metanol, altamente peligroso, para que hombres y mujeres, preparen el más peligroso pasaporte a la muerte.
Ese mismo licor, que a diario se consume en muchas esferas sociales de Barranquilla, se convirtió en un viaje barato a la muerte la noche de este martes 23, y la madrugada del 24 de septiembre. Lo que era la diaria parranda de los cargadores de bultos, mecánicos, carretilleros, pequeños comerciantes, se transformó, en un escenario de emergencia hospitalaria.
Eran casi las siete de la noche, cuando algunos de los asiduos parroquianos comenzaron a sentir síntomas como cefalea intensa, vómitos, visión borrosa, convulsiones. No era raro. A muchos, el licor, le producía ese efecto; lo calmaban con mucha agua, por eso, inicialmente no generó, alarma. Al entrar la noche, no fue uno, ni dos, ni tres, ya era muchos los que se revolcaban en el suelo, gritando por los intensos dolores estomacales.
Pero llegó el momento de encender las alarmas. Alguien cargó a los dos primeros; los llevaron al nuevo hospital de Barranquilla, a varias cuadras del Boliche, parta baja del barrio Chiquinquirá, por la antigua calle ‘Concordia’.
El diagnóstico de los médicos, fue directo y certero: ¡Están intoxicados! Algunas ambulancias salieron disparadas para la zona. Llegó la policía. La mayoría de los afectados murieron en las calles, no alcanzaron a ser diagnosticado en el nuevo hospital.
Con el apoyo de la policía, lograron identificar plenamente a Nicolás Manuel Medrano, Helmot Enrique Escolar, José Felipe Crespo Ortiz y Emiro ‘Emérito’ Alberto Miranda Ospino. Los cuatro prácticamente llegaron sin signos vitales.
En las calles del Boliche, tradicionalmente inundadas con aguas enfangadas, encontraron tres cuerpos, que no habían sido identificados por las autoridades, De sus bocas brotaba una especie de espuma blanca, que terminó asfixiándolos.
El Boliche, en Barranquilla, significa, rebusque. Lo consideran la casa ideal de los abandonados por la suerte. Todo te llega. Grandes talentos de la mecánica han sido atrapados por el licor y las drogas; bazuco, marihuana. Muchos hasta se fuman un ‘cachito’ de basuras, cuando no hay plata para comprar a los expendedores ambulantes, o en los expendios que funcionan a cualquier hora y no se requiere identificación.
La tragedia que invade al Boliche, es algo anunciado. “Se veía venir”. Eso dicen algunos usuarios del ‘cococho’, quien argumenta, que hay que saber como y, a quién le compras. “No todo mundo sabe prepararlo. Hay veces que las mezclas no son exactas y se pasan de calidad” explica uno de los parroquianos, quien asegura que dos de sus amigos murieron.
En el Boliche, morir es normal. Es un sector de alto riesgo para los visitantes. Cuando entras debes estar alerta. Conocer el tumbao de sus habitantes para identificar quién se te puede venir encima, al mejor estilo de Pedro Navajas.
Cuando quieres buscar un respuesto poco comercial, sabes que no puedes ir mostrando las prendas de última moda. La clave es equipararse a ellos, mirar, comer, tomarte una fría, y hablar en el tono coloquial de sus habitantes. “Si vienes de jopito parado, sales sin nada”.
Los habitantes de El Boliche, se levantan temprano. Los madrugadores saben que los mejores negocios se hacen con la ayuda de Dios, con un tinto en la mano y los ojos bien abierto. No hay tiempo para la pereza. El comercio empieza muy temprano, con movimiento de mercancías, compra y venta desde la madrugada. A pesar del desorden y malas condiciones sanitarias, el sector late con actividad. Desde aquí, se mueve y comienza a hervir Barranquilla.
Los comerciantes y compradores, se acostumbraron al barro mal oliente que brota de las alcantarillas. No les importa la ruina de algunas edificaciones que parecen una fotografía de la vieja Barranquilla, que nació a orillas del caño de la Ahuyama, cruzaba por la placita de San Nicolás y tomaba las calles arenosas que chocaban con el triángulo que abrió paso para montar al caballo del libertador, en el icónico y emblemático Paseo de Bolívar.
Indudablemente, El Boliche es un sector vital para la economía informal. El comercio barranquillero, con tradición y una fuerte actividad popular, se encuentra en este lugar. Pero presenta graves retos en cuanto a higiene, infraestructura y seguridad. Ojalá las muertes de estas personas, sirvan para que las autoridades tomen medidas que faciliten continuar con la transformación de esta zona, donde se encuentra escrita, con barro y arena, la verdadera historia de la Puerta de Oro de Colombia.