Por: Rubén David Salas Arias
El presente fue subordinado a un segundo plano y el futuro ha tomado el protagonismo. Ya poco importa lo que pase hoy, sino lo que pase de aquí a un trimestre, a un semestre o a un año. La vida se convirtió en una continua apuesta por avizorar los hechos que van a pasar y ojalá acertar para tener la razón. Corren los modelos financieros, las gráficas se apoderan de las pantallas, se hilan discursos y efervescen las opiniones. A fin de cuentas, el burbujeo de imágenes y palabras termina cumpliendo una tarea de configurar expectativas y, tal vez, en un marco social que se sirve de dicha información formando expectativas autocumplidas.
Se cierra el 2022 y en los últimos días no se deja de hablar de lo que depara el 2023. Economistas y astrólogos alzan la voz para dar sus perspectivas sobre lo que se espera en términos de negocios, empleo, dinero, amor y muchos otros temas. Esto ya es otra tradición decembrina y los medios se llenan de esas cifras, análisis y consejos.
De acuerdo con los resultados de la encuesta mensual de expectativas de los analistas económicos realizada por el Banco de la República, en promedio, se espera que la inflación cierre con un valor de 12,62% para el 2022 y persista a la baja en 2023 para cerrar en 7,51%. Sobre la tasa de cambio, que esta se mantenga por el orden de los 4.800 a 4.700 pesos, y que la tasa de intervención de política monetaria en los próximos meses llegue al 12,5%, se mantenga y para finales de 2023 caiga levemente hasta llegar al 9%. En relación con el crecimiento económico, el equipo técnico del BanRep espera un crecimiento de 8% para el 2022 y de 0,5% para el 2023. Y sobre el empleo, con un mercado laboral estabilizado, se espera que la tasa de desempleo urbana esté cercana al 11,7%.
Por el lado del Ministerio de Hacienda, se espera un crecimiento de 8,2% para 2022 y un 1,3% para 2023. Una inflación que cierre en 12,2% y sea de 7,2% en 2023. Una disminución en el déficit fiscal y la deuda neta, el primero pasando de un 5.5% al 3,8% a finales del próximo año, y la segunda, pasando de 59.6% al 57.5%. A su vez, las expectativas de varias entidades (Fedesarrollo, Asobancaria, Anif, entre otras) que también realizan sus proyecciones sobre las principales variables macroeconómicas del país no es´tan muy alejadas a los valores mencionados, tal vez con una revisión del crecimiento económico y la inflación del 2023 menos optimista.
Las expectativas económicas no son muy alentadoras, porque se espera una desaceleración de la actividad económica con un aterrizaje controlado -por el momento-. Tal vez, por el lado de la astrología algunos signos cuenten con la fortuna de no verse afectados por hechos humanos y encuentren empleo, prosperidad y querer -para saber si se es afortunado tocaría leerse la carta astral, así como se hace con un informe de los “tanques del pensamiento económico”, y tener fe-. Sin embargo, a pesar del azar o los hechos concretos, o de los números y las palabras, las expectativas se forman con lo que se observa en los mercados para servir como información para la toma de decisiones.
Las expectativas funcionan como la base para la vida futura. Son la configuración de los seres humanos sobre lo que deviene para su existencia. Estas se forman desde una percepción individual que se contrasta con la del conglomerado al cual pertenecen para evidenciar una situación concreta con potencialidad de suceder. Si en promedio son alentadoras, se esperaría contar con tiempos buenos, de lo contrario con periodos para ajustar el cinturón y aguantar. Aunque nunca son ajenas a choques externos que las obliguen a ajustarse.
Al agregar las expectativas en un contexto general e institucional, ellas cumplen un papel relevante sobre la dinámica social porque determinan hacia a dónde irá la población. Por ello, los hacedores de política pública tienen como objetivo alinear los incentivos para que las expectativas se encuentren en función del bienestar social. De manera que, en términos generales, la sociedad esté en capacidad de usar sus recursos de la forma más óptima posible desde distintos aspectos, sin dejar que el error de pronóstico o los sesgos latentes -individuales o de terceros- saquen de rumbo la actividad económica de su potencial, y la mayoría de la población -sin importar su fortuna- se encuentren bien.
En fin, de acuerdo con las expectativas de mercado puede que el otro año sea retador, sin embargo, hay mucho para tener en cuenta antes de formar esa percepción e incluso terminar autocumpliendo las expectativas. Entre las cosas a tener en cuenta es que, pese a los múltiples choques afrontados por la economía, por el momento se espera producir por lo menos lo mismo que en el 2022 con los recursos disponibles -el vaso medio lleno-, el empleo se ha estabilizado, la política pública cuenta con herramientas par aminorar choques y proteger el bienestar colectivo, y varios de los choques experimentados podrían estar siendo ya asimilados y encontrarse en el final de su transición -y quién quita los astros se alineen a favor de Colombia-.